miércoles, 11 de marzo de 2009

La reina de las ponzoñas






En noches de hastío por el pánico atroz consumidas
la dulce bacante en la vieja ventana pósase desnuda.
Sus senos caídos orbitan demencia y un triste gendarme
llámalos a gozar.

¡Cuán sonoras las notas del oscuro disco polimérico
mis oídos deleitan mas no mi alma triste!

Mi cara se estrella en el pavimento nihilista
donde las piedrecillas se consumían por sí solas, por doquier.

¿Acaso la bruma oscura espera la luz de una idea gozosa
que ser parida deseaba por el vacío del conocimiento?
Esa bruma no es mi estado pero se atreve a desafiar al feliz aspecto
que ese mi estado depara a mi alma.

¡Pero ella sigue allí! Apenas iluminada por la luz de la opaca lámpara
logrando existir gracias al oxígeno hideputa.
La esmerilada botella se yergue fálica en la punta de la mesilla
mientras acosa a la copa que dese
a desvirgarse con el sagrado líquido la boca.

Satanás no se ha apiadado de mi larga miseria mientras que en mi vacío
sólo esperaba que la princesa de la muerte a felármela venga mustia.
No hay oscuro andamio que el de la vida de aquel que caído nunca ha
en el precipicio de su eterna angustia.

¡Pero ella sigue ahí! Iluminada, sí, por la opaca lámpara
derrochando delicioso aroma a kerosén mientras el tímpano
se conmueve por el dulce acorde de un impromptu
que desea follar tu tímpano y mi tímpano
desgarrando las entrañas de nuestra
s almas corrompidas.

¡Reina de las ponzoñas! Sé que te nutres de mi hastío
y desvirgar no puedes mi garganta seca que emitir voz desea

con ansias impostándola y dejar que dulce se mezcle
con la tuba oxidada que yace recóndita en el foso de vida llena.

De la siniestra mía el placer depende seguro.
Sí. Ella te coge fuerte, esmerilado cristal de forma sutil.
Tu encanto satiriza la excitación de mi piel mientras mis ojos vislumbran
la luminosidad de tu néctar fluyendo incansable al acariciar la cristalina
base de la grande copa pequeña.

Basta el sorbo para que el fatuo fuego carbonice mis sacras ideas.
Florecen entonces las nadas que fulguran en explosivos algos
mientras que me nutro de ellas reconociendo su valor

y exaltando la esencia ideal de cada nada.

No basta un sorbo para acariciar ese vacío y respirar el frío aire de su todo.
La bacante desnuda no deja de mirarme mientras acaricia su trasero
la madera vieja del marco de mi ventana deshecha en el ti
empo.
Su sonrisa asesina brilla en esa bruma que es mi estado
y me depara el peor de los coitos malditos.

Reina agresiva que te exasperas en la punta de la mesa.
Agradézcote por el gramo de placer alcanzado.
Exterminar no has podido a la ba
cante malvada
per no sentiré, a ti gracias, sus filosos dientes
que desgarran mi garganta.






Al absinto que nos vino de CDE gracias a Gustavo Thor, reina conmovedora de vientres, con invaluable aprecio de escritor devoto en enero de 2009 de la nueva era.