domingo, 29 de mayo de 2011

La ridiculez al suelo y boca abajo

Más allá de notar la estupidez más grande de incorporar cascos tipo “cabeza de hormiga” en la moda europea por parte de diseñadores como Yves Saint Laurent o Gucci, traté de encontrar el sentido para definir qué tipo de cosas hace hacer la moda a una modelo anoréxica cuya foto en pasarelas se divulga por todo el mundo. Al poco tiempo empezaron a colarse en el muro fotos de personas acostándose boca abajo de manera tiesa, al parecer. De hecho, la primera foto que vi era de una conocida mía que utilizaba dos sillas cuyos respaldos hacían función de soportes para ambos lados del cuerpo (zona pies y zona tórax). Antes de encontrarle el lado ridículo, pensé que estaba haciendo la simulación de una sesión de hipnotismo donde uno de los números artísticos suele consistir en que el mago deje tiesa como un palo a la persona y a la que después recuesta en cualquier lugar sin romper la tensión del cuerpo.

Sin embargo, al notar figuras iguales en otras fotos de conocidos que iban subiéndose, concluí que todo eso se trataba nada más y nada menos que de un síndrome colectivo provocado por la moda. En este caso el diagnóstico asciende a “síndrome” ya que es más trascendental que un diseño de Gucci pues no vemos por las calles de Buenos Aires o Asunción mujeres con cascos tipo “cabeza de hormiga”. Incluso, este síndrome tiene un nombre y todo: planking.

El fenómeno tardó como 7 años en venir a Paraguay y, como somos pioneros en utilizar lo desechable o lo ya usado por otras sociedades, por supuesto que ya se convierte en una moda en este agujero del vyroreí. Luego de leer varias definiciones en la web de esta absurda tendencia, me quedo con esta: el planking consiste en tumbarse boca a abajo, tieso como una tabla, en lugares peculiares y tomarse fotos para subirlas en Internet.

¿Existiría algo más original y creativo que tumbarse boca abajo en cualquier lugar y ser fotografiado? Podría ser algo así como cantar desafinado en medio de la calle y aturdir a los transeúntes, comerse las uñas del pie en una plaza o tocarse el sexo al lado de un monumento emblemático, los cuales me resultan más desafiantes y, por lo tanto, divertidos que el tomarme una fotografía en poses ridículas y hacer gastar megas de memoria la máquina del receptor que debe procesar estos datos innecesarios. El hecho de copiar esta tendencia implica el serio grado de inferioridad del coeficiente intelectual del individuo no sólo por permitir que éste se identifique con cualquier cosa al punto de copiarlo para hacer lo mismo, sino por no ser capaz de crear algo más innovador y que desplace del mercado virtual a la moda que tiene como idiotas al 90% de los individuos.

Julius, en una mañana linda de domingo; en un ataque de misantropía necesaria.