lunes, 6 de octubre de 2008

La piedra roja que se encontraba muy sola al costado de la calzada

Una gota.
El trueno quiebra y un perro me ataca:
en mi pierna hay una mordida
y la lluvia se escurre en mi desnudez infantil.

Y es entonces que entiendo
que prefiero ante todo no dar vueltas
y apurarme para decir que sólo pretendía
una piedra apreciar con mis ojos
hasta que apareció el perro
que me mordió.

1 comentario:

Apologética dijo...

esta es mas sencilla de leer...pero, vaya rallada, parece un khoan :)